Carlos Decker Molina presentó libro de Javier Claure C.

Javier Claure junto a Carlos Decker Molina
Javier Claure rodeado de amigas y amigos



 


Javier Claure rodeado de familiares



Javier Claure leyendo su poesía

























tapa del libro Réquiem por un mundo desfallecido

(Buenos Aires)

El periodista Carlos Decker Molina presentó el 6 de diciembre pasado el libro de poemas del escritor boliviano radicado en Suecia Javier Claure C., en Estocolmo. A continuación se publica el discurso que Decker Molina pronunció en la presentación del poemario:
"Réquiem por un mundo desfallecido". El acto tuvo lugar en Asociación para la Educación de los Trabajadores (ABF) de Estocolmo.

Discurso de Carlos Decker Molina:
"Amigas, amigos y público presente:

Javier me ha encomendado una tarea muy especial: comentar su libro de poemas titulado "Réquiem por un mundo desfallecido". El réquiem es la oración para los difuntos. Es, en realidad, una obra musical. Es decir, los poemas de Javier son una misa por un mundo que ha desaparecido, y como es poesía es una obra musical con tocatas, fugas, adagios, soles y bemoles de una sinfonía de palabras.
El poeta alemán, padre de la lírica, Friederich Hölderlin, dice que "hacer poesía es, de todas las tareas, la más inocente". No hay que olvidar que Hölderlin es un lírico y Javier no. Para él es decir para Javier puede ser que la poesía sea una tarea inocente, aunque me permito dudar, es más bien una tarea de artesano que esculpe palabra por palabra. El hombre (y con él, Javier) tiene en sus manos un peligroso legado: La palabra. Con ella se crea y se destruye. La palabra es además el testimonio de nuestra existencia. Es decir, el hombre es lo que es, gracias a la palabra. Con la palabra el hombre no solo constata su existencia sino que asume su inexistencia diciendo la palabra: muerte.


Imaginemos un mundo sin palabras. El resultado sería su inexistencia, lo que quiero decir es que nuestro mundo es real gracias a la palabra. Dónde hay un mundo hay una historia y como luz, a veces tenue, a veces radiante; de esa realidad está hecha la poesía. Establecidos los parámetros de la existencia vital de la palabra, encontramos que la poesía de Javier Claure son 22 maneras de existir y, sobre todo, de sentir. Sus 22 poemas carecen de explicaciones porque el amar o el odiar no necesitan explicarse, se sienten en cada línea de sus poemas.
Veamos esta línea: "Yo no llevo antifaz/ porque me gusta que vean la carne de mi rostro". O esta otra: " Yo fui el mensajero del huracán/ subía a los techos/ moraba en los cerros con botellas vacías/ cazaba arañas , sapos y lagartos/ frente a frente los formaba/ como soldados y universitarios/ listos para la pelea". Las palabras de Javier se convierten, de pronto, en ritos de rebeldía o en rabias versificadas. Sobre todo cuando la injusticia se le cruza en el camino de su literatura. En un poema dice:

Tío cocaysi cocayno /tú has visto saquear diamantes /y al pulpo bursátil /lo echaste a vagar por la copagira /a ti, te saludan /en idiomas originarios /te hablan de fútbol /y de las dictaduras militares /te ofrecen coca con las manos juntas /aguardiente, serpentinas /y mixtura subversiva /cientos de guardatojos /se mueven con vehemencia /como hierbas silvestres / rastreando tus riberas…
Vuelvo otra vez a la palabra como herramienta, medio o instrumento del labrador de vocablos. La palabra puede ser monólogo, pero también diálogo. El hombre del monólogo es el individuo de la multitud que se convierte en diálogo si sabe escuchar y transmitir. Para ello, el hombre debe detener el tiempo para fundar el pasado, el presente y el futuro. Cómo detener el tiempo sin la palabra hora. La palabra pone límite al infinito. Cuando la palabra se refiere a algo permanente nace el lenguaje, y ese lenguaje produce el parto de la poesía. En este caso a la poesía de Javier Claure. Según el prologuista del libro, escritor y amigo, Adolfo Cáceres Romero: "Javier no es retórico, al contrario, es directo y sensible en el entretejido de sus versos, de ahí que su palabra labrada con el llanto de palliris o la sonrisa del Tío de la mina - nos brota, confesional y enérgica, para concluir con su Adiós, que seguros, estamos no será definitivo, siempre que podamos leerlo". Personalmente estoy seguro que Javier nos seguirá brindando en el futuro más sinfonías de palabras esculpidas con el cincel de su maestría.".

texto y fotografías enviadas por Javier Claure C. para su publicación en la revista Archivos del Sur








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